Pero quedan algunos sobrevivientes
Confieso que me duele la desaparición de los bares tradicionales de mi “lugar metafísico” que es el centro de Santiago, que prefiero a los barrios modernos, así como prefiero las casas con tres patios a las torres y los caracoles. Bares que no son “tumbas que parecéis fuentes de soda”, como escribe Nicanor Parra, sino lugares llenos de humo y ruidos como grandes navíos, largos mesones, mesas de madera, viejos parroquianos que se conocieron allí desde la adolescencia, y adonde llegan raras veces mujeres y casi nunca niños. Lugares como eran el Roxy y El Comercial, situado precisamente al lado de este diario, y cuyo edificio fue puesto recientemente a remate. O el Monterrey de la galería Antonio Varas, ocupado ahora por una oficina del Banco del Estado. Curiosamente, los viejos bares desaparecen junto con las librerías de viejo. Pero quedan algunos sobrevivientes, como el bar Unión (...)