El Diablo y su Paraíso
La Chimba comenzó a cambiar el rostro. Se llenó de comerciantes, de gente que se instaló a vivir allí y construyó donde antes sólo había campo y arbustos. La Chimba virgen dejó de ser verde y frondosa. Se transformó en un vecindario con casas de más de un piso, con caminos y carruajes, con almacenes y mercados. Un lugar donde ya no había espacio para los zancudos y los grillos, donde el olor a paraíso quedó sepultado bajo los cimientos del desarrollo. Gracias al glorioso puente, la ciudad de Santiago extendió sus tentáculos, abrío su hocico urbano y se tragó a la Chimba...
Mapocho
Nona Fernández