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Paseando por Santiago con Manuel Rodriguez

Pero el pueblo se divertía bailando y cantando en los barrios de la Cañadilla, el Paseo del Galán de la Burra y Guangualí, de cuyas huertas fue un tiempo cacica la Quintrala. Y en la Chimba, el barrio revoltoso de la orilla norte del río Mapocho, el genio levantisco de la raza resolvía en pedreas, que eran verdaderas guerras, sus cuestiones o su exceso de fuerza.
En la Plaza Mayor, donde estaban los edificios públicos y la cárcel, se destacaba el rollo, donde se castigaba a los delincuentes o a los que se sublevaban contra sus amos. Varios días de la semana se amontonaban en su cuadrilátero carretas y bestias con alforjas de los mercaderes que vendían los frutos de la tierra y las artesanías. Acequias pestilentes, abiertas a tajo por el centro de las calles, contorneaban la plaza, y a los costados de ellas los niños jugaban, contrayendo pestes, y los ociosos ejercían su profesión, la pereza.
En la esquina de la calle de la Catedral con el basural del callejón de los Morandé alzaba su fachada rígida el Colegio de San Carlos o Convictorio Carolino, claustro que constituía el primer peldaño para avanzar dignamente por la vida.

Los húsares trágicos I
Jorge Inostrosa
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