Dos damas de caminata
Faltaba poco para llegar a la Iglesia de los Salesianos. Isabel sintió un asomo de miedo y cantó en voz alta. “No lo he visto ni una vez en todo el invierno”, quiso decirle a la gorda. Momentáneamente olvidada de su celo, la gorda miraba los balcones, boquiabierta
-¿Sabes? –comenzó Isabel.
-¿Qué cosa? –preguntó la gorda.
“¡Gorda antipática!”, pensó Isabel.
-¿Qué cosa, pues? –insistió la gorda.
-Nada –dijo Isabel-. ¿Dónde termina la procesión?
-Ya podemos salirnos –dijo la gorda-. Si tú quieres…
-Como quieras –dijo Isabel, dormida por un acceso de miedo-. Si quieres seguimos otro poco. A medida que se internaban por la calle Cumming, las columnas iban raleando.
Después de la Procesión
Jorge Edwards