Los chilenos, del más grande al más pequeño
—Es bien pequeño, ¿no es cierto?- dice Martina mirando el Palacio La Moneda por la ventana.
El mozo que arregla su equipaje la mira de reojo.
—¿Usted cree?
—Siempre me pasa lo mismo -continúa la joven mientras se aleja de la ventana y arroja una bufanda sobre la cama-. Los fotógrafos les hacen un flaco favor a los monumentos. Los enfocan desde abajo, los hacen aparecer enormes, eligen la luz y el día perfectos. Y cuando uno finalmente llega, el día está nublado, uno está muerto de hambre y los enfrenta inevitablemente pensando que se veían más grandes en la enciclopedia, o, lo que es peor, descubre que ya conoce todos los detalles y que no hay nada más que ver, como si el verdadero monumento se agotara en la fotografía.
—Nunca lo había pensado- agrega el botones, un tanto nervioso.
(…)
—Es bien chico el famoso Palacio, la pura verdad- gira hacia la puerta, pero el mozo ya no está.
“Los chilenos son tan poco sociables”, piensa con desgano, pero algo llama su atención en la pared.