Piropos yungayinos
Las colas de los vestidos que levantan densas polvaredas, unidas al escaso alumbrado, dan un aspecto peculiar a esa concurrencia, la cual, siguiendo sabe Dios qué misteriosa moda, llena un solo costado del paseo. El rumbo del gran mundo yungayino es esa cuadra única: arriba y abajo, abajo y arriba. Y, mientras la charanga militar ejecuta 'En un tiempo feliz...', o bien 'Olas que al llegar...', oprimiendo con sus notas quejumbrosas el romántico corazón de esas "Julietas" rurales, los otros tres costados permanecen desiertos en absoluto, propicios al amor libre de la mesocracia y sobre todo de los plebeyos. Los dandys hacen calle a las damas, parados en fila, y, dándose aire en el estío con sus abaniquitos Murray y Lamman o Emulsión Scott, les dirigen un repertorio de galanterías arrebatadoras: -"Dios la guarde". -"¡Qué requetebonita!". -"¡Ninfa!" u otras de un orden semigastronómico: -"Me la comería". -"Calme mi sed de amor". -"Qué dulces son sus ojos!". Ellas sonríen, los bajan ruborosas, mirándose la punta del no muy pequeño pie, y, a la vuelta, vuelta a empezar.