Insoportable crimen
Pero la gente de la CNI no es la única tras los pasos de esos miristas sublevados. Y de eso se iban a enterar José Eduardo Jara Aravena, estudiatne de periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y su expolola, la mañana del veintitrés de julio de 1980 mientras se dirigían en un taxi colectivo que ambos habían tomado desde el Campus Oriente (un exconvento que en esos años servía de sede de las carreras humanistas de dicha casa de estudios y de toda la malla curricular de Teología), hasta la Casa Central de la misma universidad (coronada por un Cristo de brazos extendidos, réplica del dispuesto en la cima del Corcovado de Río De janeiro, que abrazaba a una ciudad asustada y preparándose para el plebiscito fraudulento que entronizaría la maquiavélica Constitución Política de Pinochet, proyectada por ese beato rastrero y posiblemente homosexual de Jaime Guzmán hasta nuestros luminosos días).