La ambigüedad de los pendejos
Me habló del margen de la ciudad que se inserta en la Subida Ecuador; de la cercanía generacional pero incomparable con la avenida Francia, en locales como La Facultad, donde jovencitos cenicientos que tienen que volver a sus casas pobres se besan apasionadamente, mientras en el otro lado todavía hay ridículos chicos metaleros que toman los envases vacíos de cerveza y los ocupan de micrófono para chillar como sus cantantes favoritos; de la homosexualidad de los vocalistas de rock a la ambigüedad de los pendejos; del Triángulo de la Bermudas que se forma entre Pedro Montt y el mar, donde están todos los travestis, ese triángulo que también conforman el bar Patria Vieja y el Quijote y la plaza, como un océano lleno de punks y viejos tomando ron Caribbean.
—Esa es la zona roja, en realidad, y no el manido Barrio Puerto, con El Pagano y El Cherry —dijo—.
Los pendejos de La Facultad serán la segunda ola de homosexuales que llenarán los locales de Valparaíso, empobrecidos, enajenados, unidos a los reprimidos rockeros que definitivamente quieren ser penetrados.