la loca geografía del plan
Si nos volvemos, dando la espalda al mar, nos sentimos como un director frente a su orquesta: toda la ciudad nos mira, atenta, y nos brinda sus primeros acordes. En primer término los pitos de los trenes y la ancha faja de los rieles. Luego la Avenida Errázuriz, una amplia arteria que mira hacia el mar por encima de vagones y palanqueros. Luego vienen tres, cuatro o más calles paralelas –su número aumenta hacia el Barón y disminuye hacia la aduana– que constituyen todo ese «plan» o parte baja de Valparaíso. Al fondo –lo dijimos- están los cerros. Las últimas casas del «plan» apoyan en ellos sus dependencias interiores, y hay vetas de agua que carcomen la arcilla, y las gallinas merodean entre las ruinas del viejo funicular que dejó ahí sus pilotes de cemento y trozo de riel.