Oradores callejeros
Otros aspectos, por así decir, terrestres, tiene Valparaíso, como ser su irremplazable Plaza Echáurren, donde se consagran todos los días, al caer de la tarde y finalizarse faenas y labores, como en el foro por excelencia porteño, los que huelgan y los que descansan y en torno a un charlatán cualquiera, oyen la Biblia, sin perífrasis, pues hay “canutos” que la comentan, o disquisiciones más o menos socializantes, o teorías de cualquier credo político, religioso o meramente mercantil. Así, una vez que me sentía apesadumbrado, recobré fuerzas, en la palabra de un teósofo. Decía: “no hay que cuidarse de las vicisitudes de nuestros actos y sus consecuencias inmediatas; si son bien intencionados, seguramente granarán como se debe”. Estos axiomas tan sencillos, predicados por un orador callejero, tuvieron la virtud de reconfortarme