Barrio rojo (Condell).
¡Pero, estoy mintiendo!...Había una música… Y es la que nunca olvidó mi oído habituado a tantas voces. Y, aquí, está su encantadora memoria. El dinero derogaba la tristeza, y los pampinos llegaban a los burdeles de Antofagasta a divertirse, como príncipes del caliche: Al promediar la medianoche, alquilaban arrogantes “victorias” y -toldo abajo- recorrían la ciudad con sus mujeres, en un grito de amor y de locura. Atravesaban las calles, igual que un trompo de mil músicas, y la fanfarria de los trasnochadores avergonzaba, sin duda, al farol solitario y a los árboles que conocían, únicamente, el lenguaje de las nurses. No les vi ni siquiera en una fugaz ocasión. Mas, me despertaron sus cantos y, entonces, ¡ay!, cómo me volví nostálgico de una patria que excedía los límites del mundo