Villa Maipú
Pienso en almorzar con mis padres, pero la perspectiva de verlos celebrando el triunfo de Piñera me desalienta. Los llamo y les digo que no iré a votar. En la micro escucho canciones muy buenas pero de pronto la música, cualquier música, se me hace insoportable. Guardo los auriculares y retomo la lectura de La promesa del alba. Me quedo clavado en esta frase: «En lugar de gritar, escribo libros». Voto con un sentimiento de pesadumbre, con muy poca fe. Sé que Sebastián Piñera ganará la primera vuelta y seguro que también ganará la segunda. Me parece horrible. Ya se ve que perdimos la memoria. Entregaremos plácida, cándidamente el país a Piñera y al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo. Después de votar llamo a mi amigo Diego. Lo espero largo rato, sentado en el pasto de la plaza, cerca de la piscina. Hacemos la caminata hacia el Templo de Maipú, pasamos por el sitio donde antes estaba el supermercado Toqui. Diego es de Iquique pero vive en Maipú desde hace diez años. Era buena la carne y la pastelería, le digo, y describo con detalles el supermercado. El me escucha respetuosamente, pero tal vez piensa que mi interés es absurdo, porque todos los supermercados son iguales. Nunca había venido al Templo, dice Diego. Entramos en mitad de una de las tantas misas del domingo. No hay mucha gente. Nos sentamos cerca del altar. Miro las banderitas, las cuento. Nos sentamos, después, en las escaleras de la entrada, la misa se escucha por los altoparlantes y conversamos mientras unos niños juegan a la pelota y cada tanto la lanzan cerca de nosotros. Me apuro a devolverla, pero de pronto uno de ellos lanza fuerte y le pega a Diego en la cara. Esperamos a que se disculpen o que al menos sonrían a manera de disculpa. No lo hacen. Me quedo con la pelota, los niños se acercan, me la quitan de las manos. Tengo rabia. Tengo ganas de retarlos. De criarlos. Hablamos sobre Maipú, sobre la idea chilena de villa, tan distinta a lo que se entiende en Argentina o en España. El sueño de la clase media, pero de una clase media sin ritos, sin arraigo. Le pregunto si se acuerda de una teleserie de Canal 13 que se llamaba «Villa Nápoli». Diego no se acuerda. A veces olvido que es mucho más joven que yo