Una serie de hechos lamentables
Yo no experimentaré el terremoto, pero no hace falta para que la idea de mi ciudad natal se asocie a una serie de hechos lamentables. Desde la terrible tradición de saqueos y bombardeos hasta la ruptura del llamado “tranque” de Mena que nos contó la vieja sirvienta, toda la historia de Valparaíso tiene un agrio sabor de violencia, pesadumbre y tristeza.
En invierno, por las quebradas y barrancos de Valparaíso cae sobre la parte plana de la ciudad donde está el lujo y el comercio, una verdadera catarata; si llueve una semana de seguido, cosa común, los cauces revientan, los esteros desbordan y toda la ciudad estalla, se rompe, se inunda, las casas se aniegan, y algunas calles, como las he visto de niño, se hacen navegables con el agua corriendo de vereda a vereda. Así se rompió el llamado “tranque de Mena”, surtidero de agua que devastó la ciudad convirtiéndola por muchos días en fatídica Venecia. En la Plaza Pinto quedó durante mucho tiempo un peñasco de dos metros arrancado de los cerros por la fuerza del agua.