Pueblo embrujado
Esa noche ocurrieron cosas bastante extrañas en el pequeño puerto maderero de Quemchi. No fue tanto la tempestad que se desencadenó a media tarde e hizo zozobrar un bote cargado de leña, pues la gente del archipiélago está acostumbrada a soportar las furias de las grandes depresiones atmosféricas que vienen rodando desde el lejano suroeste. Los hechos curiosos fueron los que sucedieron a esos nocturnos rafagales de agua.
En la alta noche fueron despertados por un angustioso piar de pájaros errantes que habían buscado refugio entre los aleros. Muchos vecinos salieron tratando de iluminar la tempestuosa intemperie con hachones de lino: mas sólo pudieron atisbar bajo las tejuelas de alerce, unas escurridizas sombras cenicientas, del color mismo de la tempestad