Fundación Ciudad Literaria

Quiero volver —se dice ese hombre de manos divinas— al tiempo en que el Curita Santo hacía lo posible por asegurar el futuro de Chile, como lo haría un héroe, como lo haría un santo, protegiendo a los perseguidos, a los incomprendidos de su época, tal como lo hizo realmente con el idealista Juan Luis Bulnes, joven católico de la extrema derecha chilena Patria y Libertad, a quien escondió en el campanarioo de la parroquia de El Bosque, nuestra parroquia, nuestra casa de dios, lugar favorito de la élite santiaguina de derecha (de la que en el futuro seré privilegiada parte) para hacer su exigente vida espiritual, y escondite perfecto para jovencitos como el valiente de Juan Luis, acusado de formar parte del grupo de jóvenes católicos que emboscó y asesinó con torpeza y apoyo de la CIA al comandante en jefe del ejército René Schneider, con el fin de que no asumiera el mando de Chile el ateo presidernte electo Salvador Allende Gossens, hecho que fue como el trágico prólogo de toda la violencia que vendría después y que a mí —marcado por mi propia historia de violencia— me importaría un reverendo comino.