Antofagasta amada
Amo los muros recalentados
De mi ciudad sin lluvias,
El paso de la brisa húmeda,
Su sol, sus nubes y su camanchaca
Amo el cerco adusto de sus cerros
Que enrojecen en la tarde,
Su espacio de nítidas siluetas,
La distancia siempre igual y sin misterios.
Amo su arco de mar
Entre Morro Moreno y Coloso recostado,
La plenitud de perspectivas que se estrella
Sobre el pecho condecorado de una sierra.
Amo esa sierra y su Ancla,
La insignia que el pueblo
Le ha prendido en su solapa
Y encumbra con orgullo de zaino solitario
Para murmurarle sus proyectos a los astros.
[…]
Amo sus sirenas
Que estimulan el paso del obrero en las mañanas;
Sus campanas,
Las de la Catedral,
Corazón de María
Y San Francisco,
Y las del reloj del centro de la Plaza;
Sus canciones,
Que, de niño,
En el casino de los Baños escuchara,
El vals de Armando Carrera,
La balada triste Gamelín Guerra,
Aquellas interpretadas por Choche Mérida,
Y las que otros compondrán después,
Quizás, más bellas.
Antofagasta es siempre mía
Como lo es mi madre,
Como lo son ms hijos.
Aunque ella envejezca, se estire o se renueve,
Mi Antofagasta es la que fue
Y la que sigue siendo.
No hay demolición que derribe
La vida ni el tiempo.
No hay incendio que transforme
En cenizas los recuerdos.
La Antofagasta humilde de mis años de Colegio
Es tan grande y tan hermosa
Como la Antofagasta de ahora
Y la Antofagasta de mis sueños.